lunes, 13 de septiembre de 2010

Hay días en que uno se programa para estudiar o hacer trabajos infinitamente... ¡hasta un horario he creado para hacerlo! Pero siempre pasa algo que lo impide.
Hoy, por ejemplo, me pasó que en la mañana tuve que salir, después, entre ir a la U, conversar, reír y soñar, se me pasó la hora. Una llamada bastó para ir a comprar con mi mamá y hermana, llegar a casa muerta de cansada de un agotador día lleno de actividades y no querer más que tirarme en el sillón a ver tele.
Insisto, las planificaciones no sirven, ahora estoy renunciando al día lunes programado solo por el hecho de tener sueño, efectivamente, ya renuncié. Y qué me espera? un martes doblemente cansador.
Aún así, seguimos programándolo, e incluso podemos insertar las actividades del lunes, en ese martes colapsador.
Así es, quizá debería programar mi renuncia mañana, así tal vez me daían ganas de trabajar.