sábado, 14 de noviembre de 2009

Engaño

Sonó mi despertador. Lejos de mi cabeza sentía ese sonido que, a medida que pasaba el tiempo, se hacía más desagradable. Me levanté, como siempre, tomé desayuno y me vestí. Sabía que en aquella estación de metro estarías.
Corrí, llegué y me perdí. Pensé un poco y me detuve a leer, cosa que nunca acostumbraba a hacer: “Santa Lucía”, decía.
Todo esto me confundía. Dudé, como cada vez que salía a buscarte.
Hasta que te encontré. Eras tan sutil, y la besabas igual que a mí.
No me aguanté, corrí, fumé y lloré, como siempre.

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